La venganza nace de nuestro deseo de justicia y reivindicación. Al recibir una falta queremos que la otra persona sienta lo que nosotros sentimos, deseamos que pague con su propio ojo el daño que hizo en mi ojo. La dulzura de la venganza es efímera. Perdonar es un trago amargo pero es la forma que Jesús nos enseña a reaccionar cuando nos hacen daño.